martes, 30 de septiembre de 2008
El temido futuro está entre nosotros
ISAAC ALFIE
Las dos últimas semanas fueron sin dudas de las más dramáticas en la historia de los mercados financieros globales en, al menos, sesenta años. Muchos comparan la actual situación con la gran crisis de fines de la década del veinte del siglo pasado, sobrevenida luego de un extraordinario auge que, como casi siempre sucede, genera burbujas que luego explotan. De todas maneras, en esta ocasión las cosas tienen un cariz pocas veces visto.
No soy quien para comparar, ni siquiera imaginé algo como lo que estamos viviendo, pero está claro que luego de casi setenta meses de bonanza ininterrumpida algo iba a pasar, más aún cuando las tasas de expansión de las economías alcanzaron parámetros desconocidos y muy por encima de las medias históricas.
Hace dos semanas se dio la caída de Lehman Brothers y la venta de Merril Lynch, dos íconos de la banca de inversión. Conjuntamente se rescató AIG, coloso de los seguros. Fueron los últimos detonantes. Rumores por doquier, una corrida tan general que no tomó un respiro para discriminar lo bueno de lo malo y arrastraba todo lo que estaba en su camino. Ante ello se anunció un plan del Tesoro americano por 700 billones de dólares para adquirir activos poco líquidos y muy desvalorizados (precio de remate), el cual al momento de escribir esta columna se iba a presentar ante el Congreso de Estados Unidos.
La medida parece estar en línea con lo que he sostenido desde esta columna: la solución debe ser global y "toda junta", de lo contrario el mercado siempre estará mirando de reojo y el costo será mayor. De todos modos, no conocemos más que los titulares, pero todo parece indicar que se trataría de una masiva inyección de liquidez en el sistema la que, deberá ser esterilizada de alguna manera. No sabemos si será como línea de crédito o dinero vivo al contado o en cuotas. De todas maneras, todo indica que el stock de deuda del Tesoro Americano subirá y normalmente para que ello suceda (que el público demande los papeles) se debe ofrecer un estímulo, léase aumentar la tasa de interés.
Cuando se conozcan los detalles del plan será momento de analizarlo. Como único adelanto quiero indicar que la suma de todos los dineros aportados por el Tesoro en este plan global más los anteriores de AIG, Fannie Mae y Freddie Mac, totalizan aproximadamente 7,5% del PIB de Estados Unidos. Se quiere preservar la cadena o sistema de pagos y el crédito de la mejor manera posible ante circunstancias extremas. Se trata de proteger a los ahorristas y no a los dueños de las corporaciones que pierden todo, aunque ciertamente también debería desplazarse a gran parte del personal de las instituciones. Seguramente, una porción relevante de los activos que se adquieran, se recuperen en el futuro cuando, pasado el pánico, los valores vuelvan a la normalidad y por ende las pérdidas no serán tan grandes. Todo lo anterior no parece muy distinto a la solución ideada por Uruguay entre fines de julio y principio de agosto de 2002. Allí se obtuvo un préstamo del orden de 8% del PIB (a valores de tendencia y paridad histórica del tipo de cambio), se pagó el 100% de los depósitos en la banca pública y el Banco de Crédito, los depósitos en pesos cualquiera fuese su plazo o modalidad, las transaccionales en dólares y luego, hasta cierto monto, los a plazo en moneda extranjera. El Estado subrogó en el mismo lugar de preferencia a los particulares en sus derechos de créditos. Todos conocemos la historia y la enorme recuperación de créditos que parecían incobrables.
PRECIOS INTERNACIONALES. Los precios de las materias primas han venido cayendo en los últimos dos meses y es factible que lo sigan haciendo aunque, en promedio, su nivel es aún superior al de un año atrás, cuando ya eran excelentes. Cierto es que los precios se miden en dólares y que los costos internos en Uruguay han subido por encima del 30%, medidos en dicha moneda. También es cierto que es natural esperar que la baja de los precios sea acompasada con un aumento del dólar que compense, al menos parcialmente, el efecto sobre las finanzas de los productores locales. La reducción de los precios de venta no sólo nos afecta de manera directa porque disminuye nuestro ingreso, sino indirectamente al impactar tanto sobre Argentina como en Brasil. En el primer caso la influencia es muy importante ya que Argentina se encuentra sin crédito internacional (no en vano se dan los esfuerzos desesperados de arreglar con acreedores que significaban mala palabra hasta hace un mes), y con un sistema impositivo que depende demasiado del impuesto a la exportación. Así, en medio de una escalada inflacionaria y queriendo moderar el aumento del tipo de cambio, se dejan muy expuestas a las frágiles finanzas públicas, al mismo tiempo que las importaciones se resentirán por la caída de los ingresos por exportación.
Es claro que todo dependerá de cuánto bajen los precios. Si su caída es moderada nuestro principal problema vendrá desde Argentina, si es fuerte, todo se verá afectado.
NUESTRA IMPREVISIÓN. En forma reiterada desde esta columna he insistido en que la política económica llevada adelante por la administración de gobierno era inconsistente y por ende mala. El problema radica en una política fiscal súper expansiva, combinada con una política monetaria también muy expansiva y otra de ingresos que indexa 100% "mirando hacia atrás" cualquier perturbación de corto plazo.
Cuando hace aproximadamente un año se dijo que se cambiaría el instrumento para el control de la inflación, pasando a la tasa de interés, conjuntamente con una "batería" de medidas que, se decía, apuntaban a reducir la inflación expresé (1):
a) que las medidas eran inflacionarias a mediano plazo y no de contención de la misma, pese a que en el corto plazo tenía efectos sobre el IPC,
b) que la tasa de interés no era un instrumento adecuado para Uruguay porque no hay canal de crédito profundo e importante en moneda local y que,
c) por ende el peso del ajuste recaería sobre la cotización del dólar que debía hacer un trabajo "pesado" para evitar una mayor suba del peso.
Como lo anterior derivaba de lo que enseña la teoría, terminó sucediendo. La inflación no bajó, el dólar sí lo hizo y mucho, en tanto el resultado fiscal se deterioró, pese a la impactante suba del PIB que contribuye a disimular las enormes tensiones que el país viene acumulando.
Con un nivel de actividad corriente no menor a 8% por encima de su capacidad de largo plazo, el resultado fiscal muestra un déficit corriente indecoroso que puede llegar a aumentar rápidamente en el nuevo contexto internacional.
Por otra parte, la acumulación de deuda es enorme y, si bien han crecido las reservas internacionales, la mayoría son prestadas. Está claro que los riesgos han aumentado y que las reservas no pueden ser utilizadas mayormente para amortiguar situaciones, al menos sin un plan de comunicación explicativo muy bien delineado, porque traería problemas de credibilidad. Tanto es así que, pese a todo lo que se diga, el indicador de riesgo país es hoy superior al de febrero de 2005 y muy superior a los que tenía el país hasta enero de 2002 y los registrados en medio de las turbulencias financieras de agosto - setiembre de 1998.
Entonces debe quedar claro que de aquí en más, vamos a una época de restricciones en el crédito y mayores tasas de interés para los deudores, sean personas, empresas o países, aunque no necesariamente a corto plazo suba la tasa de fondos federales. Esto encarecerá el costo de nuestra deuda. A su vez, los flujos de dinero hacia países como el nuestro seguramente se reviertan y con ello, nuestra moneda tienda a depreciarse. El escenario es inevitablemente de menor crecimiento, si no caída de la actividad en el correr del 2009, lo que hace más complicado y difícil el panorama fiscal con un nivel de gasto corriente -inflexible por naturaleza- que crece a paso de gigantes. Por último no debería descartarse cierta complicación en el campo inflacionario.
ACCIONES. De confirmarse las tendencias, las autoridades deberían ir a un ajuste inmediato en las cuentas fiscales de manera de evitar que las presiones se acumulen y, al menos, evitar la indexación que mira exclusivamente hacia atrás. Realmente no creo que esto suceda por dos razones:
i) porque el gobierno ha demostrado que no tiene capacidad para resolver problemas mínimos, apenas si pudo administrar bonanza y,
ii) porque en un año electoral y gobernando un partido para el cual la política está por encima de cualquier cosa, como también lo ha demostrado en innumerables ocasiones, parece difícil que tome acciones de fondo.
Por tanto, como también ya lo expresé, que cada uno se encomiende a quien crea conveniente para que el entorno internacional no se deteriore demasiado y le de la chance -el tiempo- al país de hacer un "soft landing", de lo contrario el ajuste se sentirá.
(1) "El índice de precios y la Inflación". Economía & mercado, 24 de septiembre de 2007.
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