sábado, 17 de enero de 2009
Inventando enemigos: especuladores
ISAAC ALFIE
Cuando nada lo hacía presumir el gobierno con el Presidente, a la cabeza y en medio de un estudiado montaje mediático, comenzó a volver a hablar de los precios. La espectacular caída de los precios de los commodities desde mediados de julio, combinada con una cotización del dólar que fue graduando su alza, había quitado a la inflación como tema recurrente. No porque ésta no permaneciera con la misma o mayor fuerza que antes, sino porque el IPC decía otra cosa.
El lector sabe que la economía y la política al final tienen puntos en común. Mi estilo siempre ha sido emitir opinión basada en mi interpretación de la evidencia empírica, esta vez no será la excepción, pero al final de la columna me atrevo a transcribir la sensación que siento ante determinadas declaraciones de gobernantes de primer orden. Esto sobrepasa el terreno de las certezas que aportan las cifras crudas y se mete en el de la subjetividad que espero que el lector sepa tolerar.
El escenario de precios ha permanecido prácticamente sin cambios desde septiembre de 2007, donde si bien la inflación, medida por el IPC global se situó entre 7% y 9%, incluso en los últimos meses cuando el dólar comenzó a subir, cualquier medida sensata de inflación subyacente, o de núcleo como se suele decir, que excluya además de las consabidas frutas y verduras en estado natural y los combustibles, es decir los elementos volátiles, "el toqueteo" que el gobierno ha venido haciendo en tarifas y precios administrados, nos situó el aumento de precios entre 9% y 10,2%. El dato de diciembre lleva el registro a 10,7%. Es más, durante el segundo semestre de 2008 si bien la inflación medida de manera convencional fue 0,7% superior al mismo período de 2007, cuando el gobierno aplicó "toda la artillería" para reducir el IPC medida por su núcleo, el alza es casi de 1,2 puntos porcentuales superior, es decir la inflación, como anticipé en su momento, siguió en alza. Dos precisiones al respecto para el futuro próximo. En primer lugar, nuestra moneda se ha depreciado frente a la estadounidense aproximadamente la mitad que las del resto de los mercados competitivos, excepción hecha del peso argentino que, como se sabe, no puede ser referencia de nada. La segunda, que el efecto de la devaluación en un contexto de relativa estabilidad no hay que esperarlo de manera concomitante con aquella sino con cierto retraso. Desde esta columna he insistido en que las causas de la inflación nunca se atacaban es más, de hecho, las "medidas" adoptadas en general aportaban leña al fuego más que atemperar las presiones.
CAUSAS. Bajo condiciones normales, esto es, con una demanda de dinero que se comporta de manera estable, la inflación sólo es posible a mediano plazo si la oferta de dinero crece a una tasa insostenible frente al crecimiento de la actividad. Así es que el sector público genera el desequilibrio provocando un exceso de demanda que la economía "corrige" mediante el aumento de precios. En reiteradas ocasiones he escrito que no es razonable pensar que si la oferta de dinero crece a tasas cercanas al 30% anual, se pueda pensar en que la inflación será del 5% como apunta la proyección oficial. Aún con el PIB creciendo de manera espectacular a una tasa superior al 11% y aumentando fuertemente la demanda de dinero, básicamente por la debilidad del dólar, ha sido casi milagroso que la variación de precios no haya sobrepasado el 10%. Pero las cosas han comenzado a revertirse y en especial se debe tener cuidado con una presumible caída en la demanda de dinero. Hasta aquí todo está bajo el control del BCU. Por su parte, el gobierno central no sólo no ha ayudado, sino que hizo y hace todo lo posible para complicarle la vida al BCU, básicamente con su política fiscal (aumento desmedido del gasto público) que presiona el precio de los no transables y la desembozada indexación que vuelve rígido el sistema, dificultando los constantes y necesarios ajustes a nuevas situaciones.
De hecho, los aumentos de salarios pautados por el Poder Ejecutivo contienen al menos cuatro errores básicos: i) la indexación a inflación pasada, ii) el prever un aumento en enero para todo el año, que eleva el porcentaje, iii) una supuesta "recuperación" en julio que agrega presión, iv) se mete en los aumentos del 2010 donde además de promesas de crecimiento real, "corregirá" la diferencia de inflación del 2009 al 5% que el gobierno proyecta.
La primera reacción será el intento de trasladar a precio los aumentos y si esto no es posible, el desempleo aumentará.
Los niveles de inflación y la escasa capacidad de respuesta que le queda a las autoridades, aconsejarían que los salarios públicos aumenten en enero no como estaba planeado, asumiendo un único aumento en todo el 2009, sino anunciando otro ajuste en julio. En caso contrario se corre demasiado riesgo que se dispare la cláusula legal, si la inflación en 12 meses supera el 10% entre enero y junio, que obligue a un nuevo ajuste en julio.
RESPUESTA. Dentro del gobierno conviven dos estilos, que estimo responden a convicciones y formas de encarar la vida. Por un lado el Ministro de Economía y Finanzas, Álvaro García, sobrio, prudente, humilde quien no incursionó en la descalificación y expresa que no piensa en controles de precios porque éstos han fracasado y, por otro, un grupo que parece mayoritario encabezado por el Director de OPP y algunos de sus asesores, que intentan con palabras altisonantes comportarse "a lo malevo", más prudente en la forma, pero con la misma concepción que su colega argentino, el inefable Moreno.
Hasta ahora el Presidente se había mantenido al margen, pero algo le hizo cambiar de actitud y se sumó a la "línea dura", lo que no deja de ser preocupante, pero nadie reconoce que estamos ante la consecuencia de los propios errores, que es peor aún.
Si el gobierno realmente piensa que existen comportamientos monopólicos en el aceite, la carne o los farináceos, sólo debe permitir la competencia efectiva y no actuar imponiendo restricciones a las importaciones.
EL ENEMIGO. Hasta mediados de diciembre, el tema de los precios era "manejado" de manera casi pintoresca, al inicio por el entonces Ministro José Mujica, luego por el Director de la OPP, Enrique Rubio. Se hacían ridículos acuerdos de cuyo resultado nadie se acuerda, o al menos de manera positiva, donde se reducía la calidad a cambio de "mostrar algo", llegando al ridículo público cuando el informativo central de un canal de TV probó que el kilo de carne con precio acordado, superaba al de la mejor pulpa.
Ahora bien, si todo es conocido, tanto el ajuste por calidad cuando se topean los precios, como que se genera escasez si se establecen controles, así como los técnicos independientes seguían advirtiendo que la inflación subyacente seguía su rumbo ascendente sin solución de continuidad, ¿por qué surge ahora esta fuerte presión desde lo más alto del gobierno, cuando nada ha cambiado?
Mi explicación la busco por otro lado, el político electoral. El gobierno quiere volver a ganar las elecciones, cosa lógica a la que todos los gobiernos aspiran y nada de malo hay en ello. Como todos, tiene dificultades, internas y externas. Entre las primeras está clara la división y falta de acuerdos mínimos; entre las segundas, un mal manejo económico previo a la crisis que lo dejó a la intemperie ante el primer vientito y todo hace pensar que la intensidad de los vientos aumentará a medida que el año avance. Entonces, con encuestas, cuyo valor siempre es relativo pero que, si mal no las interpreto, muestran que el Frente Amplio, aún en medio de la más imponente bonanza y conjunción de choques positivos que haya recibido nuestro país en un siglo, perdió cerca del 50% del electorado de centro que lo había acompañado en las dos últimas elecciones, el objetivo no es tan sencillo como parecía.
Ante ello, los partidos reaccionan de manera distinta, según su matriz ideológica. El predominio de fuerzas con pensamiento totalitario dentro del gobierno, hace que la reacción sea el maniqueísmo: "están conmigo o en mi contra". Pero, para poder "alinear" a la población hay que inventar un enemigo en donde sea. Ir a la guerra con Argentina no parece sensato, ahora hablar de especulación de precios que no se va a permitir, aprovechando la ignorancia, el resentimiento y primarios espíritus de parte de la población es el recurso clásico. Es la vuelta al pasado, los precios suben no como natural manifestación de un desequilibrio económico en el que el gobierno siempre es el culpable, sino por la ambición de unos pocos apátridas que buscan sólo su bien y el mal de toda la población. Supuestamente a esta gente le conviene una población pauperizada y le es fácil lograrlo.
Si al lector no le suena conocido el discurso le sugiero que lea el libro del Dr Julio Ma. Sanguinetti (1). Las mentes totalitarias son así, sean de derecha o de izquierda, el problema está en que el centro liberal pueda comunicar la fuerza de la razón, porque sino nos veremos arrastrados a la sinrazón.
El truco es tan viejo como la existencia de gobiernos en el mundo, hay que buscar el enemigo común, si es invisible y con mal nombre mejor. Espero que la población no caiga en la maniobra de distracción.
(1)La Agonía de una Democracia. Taurus
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